El sol me despertó. Ese maldito agujero de la persiana hacía que todas las mañanas me despertara. El frío otoñal comenzaba a sentirse a través de mis pies. No quería salir, me rehusé a salir, y el despertador sonó. ''Otro día mas en el planeta tierra'', diría Pity Alvarez.
Pantalón, remera, saco, pantuflas, broche, espejo. Me vi diferente a todas las mañanas. Estaba rara, distinta, no era mi rostro lo que tenia en frente. El rostro de aquella mujer tenia ojeras, los ojos hinchados, la cara flaca, pálida y el pelo mas blanco. Observé detenidamente. A cada gesto mío, la mujer del otro lado respondía. La miré, la miré, cerré los ojos y los volví a abrir. Allí estaba, devuelta mi rostro, ya no aquella extraña. Me lave la cara y salí rápidamente del baño.
Como todas las mañanas, la pastilla. Esa pastilla que me hace funcionar cada día.Nunca me gusto tomar medicamentos, y ahora tenia que tomarlo de por vida. Era injusto pero necesario, por eso la tomé. Espere como dice el prospecto media hora. Mates, galletitas de agua, y el reloj marcándome. Era como una persona que me repetía ''Vas a llegar tarde'' cada cinco minutos.
Esa mañana se estaba nublando, iba a llover. No quería caminar 15 cuadras para llegar a la Facultad. Me acordé cuando algunos días que llovía, mi viejo me dejaba faltar al colegio. Deseaba que volvieran esos tiempos, pero tenía que ir. Me fume el primer pucho de la mañana, mientras miraba la ciudad desde mi ventana. Se veía tan gris, como el pelo de la mujer del espejo. Me cambie rápidamente, agarré el bolso, que tenía mas papeles de golosinas que cosas para leer, y arranqué.
Tenia frío. No habia nadie en la Facultad, solo yo y la mujer del espejo en mi cabeza. Quería volver a verla, saber quien es, porque se me aparece. Fui al baño, me miré, pero no la vi. No quería aparecer, o tal ves, ya no quería verme.
Empecé a preguntarme porque no quería verme, porque no aparecía como hoy por la mañana, ese rostro cansado.
Mates en la mesa, mates en la cursada, risas, comentarios, miradas, llamadas, mensajes. Todo me distrajo hasta la tardecita del rostro de aquella mujer.
Llego y estaba el. Sentado frente a la computadora, serio, me mira. Sabía que algo andaba mal.
- Hola.
- Hola
- Estas bien?
- Si, estoy bien. ¿Vos?
[Estas son las conversaciones previas a enterarte que algo pasa]
- No la quiero.
- ¿Qué?
- Es diferente... con tan solo mirarla, me doy cuenta.
- ¿Vos también la ves?
- ¿A quien?
- A ella.
- La estoy viendo.
Corrí al espejo, y ahí estaba. De vuelta, la mujer del otro lado. Con ese rostro viejo y cansado, recordándome como los días pasaban y los estaba dejando ir. Parada frente a mi, mirándonos a través del espejo, esa mujer era yo.
Esa mujer, no era mas que el reflejo de mis propias penurias, de mis lados mas oscuros.
Pero allí estaba él, sosteniéndome, queriéndome de la misma forma aún sabiendo que no le gustaba esa otra mujer.
''La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante”. - Haroldo Conti -